El 15 de Abril de 1874, tras haber sido rechazados por los cánones oficiales imperantes en los salones oficiales de Paris, un grupo de artistas decidió unirse y bajo la Fundación “Société anonyme des artistas, peintres, sculpteurs, graveurs, etc” crearon su primera exposición en el taller del fotógrafo Nadar en París.
Como era de esperar algunos críticos del momento (como Louis Leroy) realizaron comentarios peyorativos, sin embargo hubo otros que alabaron la nueva forma de entender la pintura y sus críticas les fueron favorables.Este es el caso de Jules Castagnary, que escribiría así en “Le Siécle” del 29 de abril del mismo año:
¡Qué forma más rápida de comprender el objeto y qué pincelada más curiosa! ¡Es cierto que es muy corta, pero qué indicaciones tan precisas permite!…Lo que los unifica como grupo y lo que les da una fuerza como colectivo, en una época como la nuestra en la que asistimos a tal proliferación de tendencias, es su voluntad de no buscar una factura muy lisa y terminada, sino sentirse satisfecho con el efecto de conjunto. Una vez que han reflejado la impresión dan por terminado su trabajo….Si alguien quiere definirles con una única palabra, representativa de sus pretensiones, tiene que inventar una palabra: Impresionistas. Son impresionistas en el sentido de que no pintan un paisaje, sino la sensación que produce ese paisaje.
Nacía así, sin ni siquiera tener conciencia de ello, uno de los movimientos más celebrados y admirados del Arte. No sería hasta la tercera de sus exposiciones, en 1877, que el grupo de artistas adoptaría el nombre de Impresionistas por el que ya eran conocidos y empezaban a ser admirados.
En la primera exposición participaron una treintena de artistas, algunos muy famosos, como Claude Monet a la cabeza, Pierre-Auguste Renoir, Camille Pisarro o Aldred Sisley, otros no lo eran tanto y de alguna manera no estaban tan identificados con esa nueva manera de pintar, sin embargo en todos ellos existía el espíritu de la renovación, del cambio, y en alguna medida también el intento de acaparar la atención de los observadores más rupturistas. Era el espíritu del Impresionismo.
De una forma u otra una cincuentena de artistas acabaron formando parte, en mayor o menor medida, de las ocho exposiciones que fueron celebrándose hasta el 1886, año en que el grupo acabó disolviéndose.
Edgar Degas, Berthe Morisot, Paul Cézanne, Georges Seurat o el mismo Paul Gauguin desfilaron por las exposiciones que fueron celebrándose y quedaron todos ellos englobados en una nueva manera de interpretar el Arte, una manera personal y espontánea, utilizando una técnica no convencional y fuera de lo establecido, reflejando una visión del mundo instantánea e individual. Unos artistas que disentían de los criterios marcados por el Salón, que desde hacia algunos años ya empezaban a considerarse por muchos como anquilosados , no permitiendo que el Arte avanzara hacia unos nuevos valores más espontáneos y originales. La idea de un cuadro bien terminado y de ejecución compacta quedaba relegada, acababa de nacer el Impresionismo.
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