RENÉ LALIQUE, el joyero del Art Nouveau

Hablar de Art Nouveau ó de Modernismo, es hablar de terminos un tanto complejos e inexactos, una época que cabalga entre dos siglos, en la que el afán por romper con modelos establecidos era una máxima para artistas y creadores.

Antes de pasar a hablar de René Lalique, convendría hablar de lo que supuso el Art Nouveau en Europa.

El Art Nouveau, la renovación.

Tras un siglo convulso con grandes cambios a nivel económico, social y tecnológico, el Art Nouveau supuso la plasmación de nuevas maneras de vivir, un arte que evidenciaba una sociedad urbana en la que la modernidad había hecho mella en la forma de vivir y comportarse. Para algunos teóricos supuso la materialización de una búsqueda de valores tanto estéticos como espirituales que se plasmó en ese nuevo arte, nacido a caballo entre el siglo XIX y el XX.

Pintores, escultores, poetas, literatos y músicos buscaban nuevas formas de expresarse. El excesivo academicismo instalado hasta ese momento, hizo que se buscaran nuevas propuestas y caminos. El Art Nouveau surgió en Europa (1895-1910) en medio de un movimiento intelectual en el que todos los artistas de una u otra forma fueron partícipes. De alguna manera no existió una uniformidad en este Nuevo Arte, casi podría decirse que cada artista lo interpretaba a su manera, el culto a la libertad creadora era unánime y fue con el paso del tiempo que se fueron observando algunas características que les unían.

La naturaleza fue para todos ellos fuente de inspiración inagotable, las lineas estilizadas, ondulantes y flexibles de la Naturaleza les permitían expresarse. Las artes mayores (escultura, pintura, arquitectura) se aproximan a las artes decorativas (mobiliario, joyeria, tapices…) y penetran en la vida cotidiana de las ciudades de toda Europa. La creatividad del artista Modernista llegaba a ser desbordante, podía diseñar un edificio y a la vez se encargaba de lámparas, mobiliario o aspectos decorativos de sus muros.

Esta manera de ver y vivir el Arte en Francia se llamó “Art Nouveau”, en España “Modernismo”, en Alemania “Jugendstil” y en Inglaterra “Style Liberty”. Todos ellos fueron movimientos análogos y que se expandieron a la vez por toda Europa.

Asi pues los joyeros de la época, no se mantuvieron al margen sino que siguieron también ese afán por explorar nuevas formas y soluciones creativas. Fue una época brillante para la joyería y tuvieron una gran repercusión. De entre todos ellos uno sobresalió, René Lalique (Francia 1860-1945) supuso la gran revolución de la joyería, su gran creatividad marcó un estilo en el Art Nouveau que todos quisieron emular.

René Lalique, el joyero del Art Nouveau.

René Lalique a la edad de 16 años entró a trabajar como aprendiz en el taller de orfebrería de Louis Aucoc, mientras proseguía sus estudios en la Escuela de Artes Decorativas de Paris. Estudió el Arte del Cristal durante dos años en Londres y al volver a Paris el 1880, el ambiente creativo que encontró empezaba a evidenciar nuevos aires.

Comenzó a recibir encargos de las firmas Cartier, Boucheron y Destape, pero siempre sus creaciones fueron bajo el nombre de estas casas. No fue hasta el Salón de Paris de 1894 que expuso bajo su nombre. Pronto pudo abrir su propio taller y sus obras empezaron a ser nombradas y admiradas.

Sus creaciones eran singulares, diferentes a todo lo que el público estaba habituado a ver en los escaparates de París.

Poco dado a utilizar excesiva pedrería y optando más por la utilización de formas naturales, figuras fantásticas o sacadas de la literatura. Flores, libélulas, mariposas, serpientes, cisnes y todo un repertorio de insectos y animales conformaban el mundo de Lalique. Todo ello utilizando materiales poco convencionales hasta el momento, siendo esa una las características que más le hacia destacar.

Empezó a decantarse por piedras que hasta el momento no se habían apenas utilizado en joyería por considerarse de calidad inferior: ópalos, calzedonias, jade o ágatas, empezaron a combinarse con perlas, esmaltes, vidrio, marfiles, carey y asta. La combinaciones daban como resultado piezas coloridas y de gran atractivo, muy diferentes a lo que el público estaba habituado a ver en las joyerías más prestigiosas.

Fue un gran virtuoso en el tratamiento de los esmaltes, logrando transparencias que nadie había conseguido. Los famosos esmaltes opalescentes, en tonos verdes y azules, tan característicos de sus obras.

Una de las piezas más nombradas de René Lalique y muestra de su virtuosismo técnico, fue la que presentó en la Exposición Universal de Paris el 1900. Su famosa “Libélula” con cuerpo de mujer, que fue una autentica atracción en la Exposición y que tres años más tarde adquirió Calouste Gulbenkian, el mayor coleccionista del mundo de sus obras.

Si bien las formas naturales y zoomorficas le apasionaban,  la figura femenina estaba constantemente presente en sus obras y en perfecta combinación y armonía con las formas ondulantes de la Naturaleza. Personajes sacados de la literatura y la poesía, ninfas, y mujeres voluptuosas e insinuantes, formaban el repertorio escultórico y protagonista de muchas de sus creaciones.

Colgantes, collares, agujas, peines para el cabello, piezas de engarce, broches, diademas, anillos y mucho más, formaban el repertorio de obras que su interminable imaginación iba componiendo. Su afán creativo le llevó más allá, traspasando su ingenio a esculturas, lámparas y frascos de perfume, todo ello realizado en vidrio, cuya técnica supo llevar a cotas altísimas en su búsqueda por la perfección en la joyería.

 

A partir de 1908 se centraría más en la ejecución de obras de este tipo, abandonando la joyería, pero habiendo instaurado un estilo inconfundible que traspasó fronteras y que muchos imitaron. Algunos con mucho acierto, otros no alcanzarían la perfección del gran maestro.

Actualmente existe un museo en Francia dedicado íntegramente a René Lalique. Aquí encontraras en enlace con la información.